LLANERA

SOCIEDAD

Desaparece la Casa el Correo de Villabona, que fue pensión y bar-tienda

Miercoles 03 de Marzo del 2021 a las 10:30


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El matrimonio formado por Ángel García García y María del Carmen Díaz Castro son los propietarios de la ya desaparecida Casa El Correo, que estaba ubicada en la calle de La Estación número 9 -11. Desde 1961 fueron los encargados del negocio familiar, ya que la Casa el Correo era una posada y contaba con tienda-bar. Pero no fueron ellos los primeros, ya que los fundadores fueron los padres de Ángel García, Ceferino y Benigna García. 

El padre de Ángel, Ceferino García, era de la localidad de Parades en Las Regueras y cuando contaba con 13 años y cinco meses recibió en su casa una carta de los familiares que vivían en Cuba y a él no se le ocurrió otra idea que coger la maleta y poner rumbo a Gijón para meterse de polizón en un barco, con dirección a la isla caribeña, “mi padre ya tenía previsto desaparecer, pero en ese mismo momento que tuvo la carta en sus manos y sus padres no estaban considero que era el adecuado”, afirmó. 

Ceferino se escondió en una caja dentro del barco y el cocinero al ver moverse la tapa pensó que debía de ser uno de los pulpos que habían pescado el que movía la tapa y pilló al polizonte, “el cocinero era gallego y le cayó bien Ceferino por eso quiso ayudarle y que llegara a Cuba sin ningún problema”, comentó Ángel. Cuando llegó a Cuba trabajó en tres lugares entre ellos en un comercio muy importante de ropa y comenzó a ahorrar un sueldo para poder venirse a Asturias por lo menos una vez al año y en una de esas visitas conoció a su mujer y madre de Ángel, Benigna García Rodríguez, que era natural de La Miranda. 

“Mi padre venía todos los años y una de las veces prepararon todos los papeles y se casaron por poderes, él en Cuba y ella en La Miranda, una vez casados mi madre puso sola rumbo a Cuba. Cuando se casaron ella tenía 20 años y el 25. Después de vivir un tiempo en Cuba cambiaron su residencia a Nueva York, donde vivían más familiares y allí tuvieron mejor calidad de vida, porque mi padre trabajaba como inspector de la luz y andaba por las afueras a caballo para cobrar a los clientes. Mi madre trabajó allí en una fábrica de camisas y trajo para Asturias su máquina de coser en el barco y todavía la conservamos”, recordó Ángel. 

En Nueva York nació la primera hija del matrimonio y cuando esta tenía 4 años pusieron rumbo a Asturias, “con el dinero que se trajeron hicieron la casa en Villabona, las obras duraron desde 1932 hasta 1934, yo nací el 2 de marzo de 1934 en esa misma casa recién estrenada. En esa casa abrieron una pensión y un comercio-bar. Los posaderos que teníamos eran mineros, y en total hubo siete, pero en un principio solo contábamos con cuatro, con el paso de los años el negocio se fue ampliando. También teníamos ganado que yo cuidaba con mi padre”, relató. 

Ángel nació en la Casa el Correo y allí vivió siempre, estudió en el colegio San Fernando de Avilés y después en el instituto masculino de Oviedo y era muy aficionado al fútbol, tanto que jugó en los equipos de Villabona y el UD Llanera y fue en uno de los partidos que disputó en el campo de Coruño, donde conoció a la que hoy es su mujer, que después conoció el domingo de la fiesta de Santa Bárbara, que se organizaba en este barrio de Cayés.  

El matrimonio se casó en 1961 en Coruño y se fueron a vivir a Villabona con los padres de Ángel y fue María del Carmen la que estuvo al frente del negocio familiar durante 25 años, ya que Ángel trabajó fuera de casa, primero como botones en el periódico La Voz de Asturias, donde estuvo poco tiempo, y después poniendo suelos, trabajo del que se retiró por enfermedad.  Sus dos hijos, Rosa y Gelín, nacieron en esa casa también. “Vivimos en la casa hasta hace casi un año, que nos vinimos con nuestros hijos a Lugones. La casa ya estaba muy antigua y tuvo que demolerse”, afirmó.  

Abrían la tienda-bar todos los días desde las 6 de la mañana, para dar el desayuno a los posaderos y daban comidas, “el vino nos llegaba en el tren desde León, de la Bodega Tascón, en los vagones de mercancías. Cuando llegaba el tren nosotros metíamos a las vacas en la estación y los barriles de vino los colocábamos en el carro y para casa, nosotros embotellábamos el vino y lo encorchábamos. Los productos que vendíamos llegaban en camión. Yo por las noches me encargaba de dejar las botas de vino y las copas preparadas para que se las llevaran los mineros a trabajar”, concluyó. 

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