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LLANERENSE DEL AñO
María Josefa y Avelino Faustino han sido galardonados con la Mención Gorfolí- Santufirme al Campo Llanerense
Avelino Faustino Fernández García y María Josefa Menéndez Menéndez han sido galardonados con la Mención Gorfolí- Santufirme al Campo Llanerense
La Mención Gorfolí-Santufirme, en su séptima edición, concede el galardón al Campo Llanerense al matrimonio formado por Avelino Faustino Fernández García y María Josefa Menéndez Menéndez, que reside desde hace más de 40 años en la parroquia de Arlós. La pareja ha desarrollado su carrera profesional dirigiendo dos negocios vinculado al sector, por un lado, la Carnicería Avelino y por el otro su explotación ganadera de carne.
María Josefa nació en Otura, en la parroquia de Arlos, son cinco hermanos, aunque se criaron 12 niños en la misma casa, porque eran dos matrimonios los que residían allí, “nací entre vacas y me crie entre ellas”, afirmó. Por su parte, Avelino es natural de Campañones, en el concejo de Corvera, fueron 12 hermanos y él ocupaba el penúltimo lugar. “Trabajé muchos años de palista, pero tuve que dejarlo a los 22 años, porque me querían operar de la columna ya que tenía dos hernias, yo preferí no operarme y el consejo de los médicos fue que cambiara de trabajo. Como la ignorancia es muy grande, sobre todo si eres joven, pensé en que tenía que vivir de algo y decidí poner la carnicería”, relató.
En el momento de la decisión de poner la carnicería, Avelino y María Josefa, ya eran novios y lo fueron durante 5 años, “la abrí estando soltero y yo sólo sin tener ni idea de ello, a trancas y barrancas y cayéndome alguna que otra lágrima de impotencia, porque yo de palista ganaba mucho dinero y al principio en la carnicería el dinero a veces no me llegaba para pagar un ternero. Al principio ponía un chuletero de cerdo y para un lado lo de cerdo y para otro la ternera, para distinguirlos porque no lo sabía. No conocía la carne, ni sabía elaborarla ni como despacharla, ni diferenciar las piezas”, explicó.
Pero fue gracias a los clientes y sobre todo a su empeño en aprender, aunque estropeó bastante carne, como llegó a conocer el oficio, “como la carne era mía intenté ir aprovechando y aprovechando para ponerme al día, aunque siempre hay que aprender muchas cosas nuevas, porque cada día cambia la forma en la que ofrecerla o prepararla, se aprende todos los días en la carnicería”, destacó.
Avelino aseguró que cuando el comenzó todavía no se elaboraban en las carnicerías hamburguesas, ni cachopos, “ni se despiezaban los pollos se vendían por enteros, lo único que se hacía era partirlo si el cliente lo solicitaba. Tuvimos que ir adaptándonos al consumo de la gente, con las alas, los muslos y después llegaron las hamburguesas, salchichas, pinchos morunos, cachopos y demás productos elaborados, que se iban demandando”, relató.
Avelino era el máximo responsable de la carnicería y su mujer le comenzó a ayudar una vez que se casaron, elaborando los productos y ayudándole en lo que solicitaba hasta que se jubilaron. Pero no sólo trabajaba en la carnicería, ya que Avelino fue el encargado de hacer su casa y la nave, con la que cuenta en Arlós, donde tienen los animales. “Yo lo pasé mal, pero mi mujer también porque pasaba muchas horas solas, ya que abríamos todos los días y en verano desde junio hasta septiembre abríamos por la mañana todos los días”, afirmaron.
La carnicería estuvo abierta 45 años, hasta que el 31 de diciembre de 2019 que se jubilaron y decidieron traspasarla, ya que sus hijos no quisieron seguir con el negocio familia. “Por la carnicería pasaron tres generaciones de clientes, los abuelos, padres y nietos. A veces dicen que vale más caer en gracia que ser gracioso y una vez que nos adaptamos lo llevamos muy bien, porque tuvimos muy buenos clientes que nos entendieron y con los que nunca discutí de verdad. La clientela fue fabulosa, porque al principio nunca protestaron porque los filetes salían por un lado gordos y por otro delgados y me lo toleraron. Fueron clientes muy fieles y los que se fueron siempre regresaron a mi comercio”, relató.
En cuanto a la explotación ganadera que servía a la carnicería, Avelino y María Josefa, explicaron que llegaron a tener 26 vacas todas de carne en su casa, porque es el espacio con el que cuenta en la nave, “un año coincidió que todas estaban paridas y había 52 animales. También lleguamos a tener 300 cerdos, cuando empezamos y la decisión de tenerlo fue en un momento en el que la economía estaba fastidiada y ésta fue una forma de generar dinero para afrontar los pagos, pero con el tiempo dejamos los cerdos porque suponía mucho más trabajo, al estar en la carnicería y luego venir a casa a cuidarlos. Los tuvimos entre 6 u 8 años, también vendía los lechones, porque para la carnicería mataba a la semana tres o cuatro cerdos y un par de xatos de 300 o 350 kilos”, explicó.
Con el paso de los años eso se fue desinflándose al ir vendiéndose más los elaborados y bajar la venta de la carne. Se mataban en el matadero de Avilés, hasta que nos retiramos, “nos da pena perder el trato con los clientes y no poder verlos a diario, pero no echamos de menos el trabajo, ya que era duro. Notó en falta las tertulias agradables provocando a los clientes, porque a mi me gusta estar en un ambiente agradable y los echo mucho de menos. Además, hay muchos clientes de mi quinta que fueron siempre a mi carnicería a comprar y son amigos”, relataron.
El matrimonio galardonado aseguró que es una satisfacción llevarse el reconocimiento, “no tratamos de ser más que nadie, sino que intentamos mejorar nuestro entorno familiar para que todos estuvieran bien y fue por lo que luchamos, tener unos hijos que son nuestra gran felicidad y ahora nuestros nietos. Estamos muy agradecidos porque se reconozca nuestro trabajo”, concluyeron.
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