LLANERA

SOCIEDAD

Raúl Berzosa «Vine aquí con dos palabras, servir y aprender, y desde entonces me he implicado de todo corazón para dar lo máximo de mi» (Junio 2006)

Domingo 12 de Junio del 2016 a las 04:46


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Raúl Berzosa Martínez es el Obispo Auxiliar de Oviedo. Este burgalés de 48 años, acaba de cumplir sus primeros doce meses en nuestra región y con ese motivo El Tapín ha querido charlar con él para conocer su opinión respecto de cuestiones que atañen tanto a su labor eclesiástica, como a los desafíos que la Iglesia experimenta en nuestra sociedad española  y en el mundo.

 «Vine aquí con dos palabras, servir y aprender, y desde entonces me he implicado de todo corazón para dar lo máximo de mi»

 Raúl Berzosa nació en Aranda de Duero, Burgos, en 1957 y desde hace un año se encuentra destinado al Arzobispado de Oviedo en calidad de Obispo Auxiliar. Su trayectoria vital dentro de la Iglesia española es brillante y ascendente: Doctor en Teología Dogmática, Licenciado en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino en Roma, estudioso de Antropología Teológica en la Pontificia Facultad Teológica “Teresianum” son muestra de algunas de las ramas de conocimiento dominadas por don Raúl. Conoce también en profundidad el mundo de los medios de comunicación por haber sido Delegado Diocesano de Medios de Comunicación, director de la revista diocesana “Sembrar” y director de los programas diocesanos de Radio COPE entre 1987 y 1993. Asimismo, cuenta con varios libros publicados: Ser laico en la Iglesia y en el mundo (1998), Para comprender y vivir la Iglesia diocesana (1998), Evangelizar en una nueva cultura (1994), Para comprender la creación en clave cristiana (2001), Por una lectura creyente de Atapuerca (2004) y 10 desafíos al cristianismo desde la nueva cultura emergente (2004).

 Pregunta.- Un año ya en Asturias: ¿cómo lleva un burgalés el clima y las particularidades de esta región?

 Respuesta.- Lo del clima es lo de menos, pues para alguien de Burgos el tiempo en Asturias es muy benévolo. Yo que he venido aquí con mi madre te puedo decir que ella está mucho mejor aquí que en los fríos inviernos de Castilla. Pero sí que es verdad que he notado la diferencia en la gente, en el carácter de las personas, la Iglesia aquí es totalmente diferente en muchos aspectos a la castellana.

 P.- ¿Ser Obispo Auxiliar de Oviedo le da muchos quebraderos de cabeza?

 R.- Yo soy el Obispo Auxiliar, lo que significa que el peso de las decisiones recae sobre el Arzobispo, sobre don Carlos Osoro. Vine aquí con dos palabras, servir y aprender, y desde entonces me he implicado de todo corazón para dar lo máximo de mi. Lo que me preocupa es la gente, sacerdotes incluidos, porque tiene problemas que generalmente son difíciles de solucionar.  Dicen que el cardenal Merry del Val tenía sobre su escritorio tres carpetas, una con asuntos a resolver en el tiempo, que no plantea muchos problemas; otra con asuntos que el tiempo tiene que resolver y, finalmente, una tercera con asuntos que ni el tiempo puede resolver. Esos son los que a mí me preocupan, porque suelen ser los que tienen que ver con la gente y los que más problemas le causan.

 P.- Al preparar esta entrevista, su nombre aparece unido al del yacimiento de Atapuerca por sus publicaciones que insisten en una revisión cristiana de la evolución del ser humano. ¿Es posible que ciencia y fe acerquen sus posturas en este aspecto?

 R.- Estoy convencido de que ciencia y fe se necesitan. Es una suerte no sólo para Burgos o para España, sino por la Humanidad, que se haya descubierto Atapuerca, que ya desde 1998 es Patrimonio de la Humanidad. Y lo es porque objetivamente y si no se descubre otro yacimiento, tenemos la colección de fósiles tanto de homínidos como de animales más importante del mundo. Yo me alegro profundamente de que por parte de la Junta de Castilla y León, de las universidades y de otras entidades se invierta en investigación en los yacimientos. El problema, el punto más triste para mí es que a veces los responsables de esta investigación, saliéndose de sus campos de estudio en los que ni yo mismo me meto, empiezan a hablar de filosofía, ética o religión, lo que ya es cuestionable y lo hacen, además, en un sentido negativo. La ciencia y la fe se necesitan, deben ser compañeras de viaje, no tienen por qué ser extrañas o enemigas. La ciencia, si es verdaderamente ciencia, tiene que reconocer su techo y sus límites. Hoy diversos campos científicos nos abren puertas al misterio, pero a su vez, la fe, si quiere ser verdaderamente fe, necesita los datos de la ciencia porque ambas trabajan con la misma realidad. La ciencia necesita de la fe para purificarse de su prepotencia y de su dogmatismo y, al revés, la fe necesita de la ciencia para no caer en ellas.

 P.- El asunto del “diseño inteligente” ha saltado a los periódicos no hace mucho porque en EE.UU. hay estados dispuestos a introducir tal teoría en el modelo educativo y la cuestión se halla en los tribunales. Haciendo un paralelismo con la educación española, actualmente en proceso de reforma: ¿por qué la Iglesia no está contentan con el proyecto de ley educativa del actual gobierno?

 R.- No lo está porque desde la Conferencia Episcopal se hacen unas solicitudes que no se atienden en la nueva ley. Nosotros pedimos que se respete el derecho de los padres a elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos y que no se vean obligados a llevar a sus hijos al centro que les corresponde, sino que mediante fórmulas diversas puedan llevarlos a sitios donde consideren que tendrán una educación que les parece más adecuada. Después, la Iglesia pide que los contenidos y la metodología sean verdaderamente de calidad, que no se baje el nivel, para que los españoles del futuro sean personas útiles en España y en el mundo. Finalmente, pedimos el respeto a la asignatura de religión dentro de la enseñanza, pero no porque se imparta a todos, sino porque cuando los padres la soliciten para sus hijos sea una materia como las otras. Y lo mismo para otras confesiones que lo pidan, debe respetársenos con iguales derechos. Por tanto, para nosotros es importante que los profesores de religión acrediten que están preparados en todos los sentidos para la labor que van a desempeñar.

 P.- Uno de sus libros publicados se titula 10 desafíos al cristianismo desde la nueva cultura emergente. ¿Está la Iglesia al día para afrontar esos desafíos que le plantea el siglo XXI?

 R.- La Iglesia es lúcida a la hora de analizar los problemas sociales desde el punto de vista de la fe. El problema es que la mayoría de los agentes pastorales tienen ya una edad considerable y hay aspectos de la nueva cultura a los que no llegan porque, en ellos, ser joven significa todo. Eso hace que haya lagunas sociales a las que la Iglesia no llega por falta de gente joven, inmersa en esta cultura que a los más mayores los deja fuera.

 P.- Hablando de jóvenes, uno de los primeros actos de Benedicto XVI fue un encuentro con jóvenes católicos, así como usted no hace mucho estuvo en esta misma parroquia de Rondiella confirmando a un grupo de jóvenes. Tanto el Papa como usted señalaron a esos jóvenes los peligros y dificultades que debe afrontar el cristiano en nuestra sociedad.  ¿Los jóvenes han perdido la fe o es éste un camino demasiado largo para un mundo que se mueve a velocidades de vértigo?

 R.- Los jóvenes se encuentran en un período de búsqueda y a veces quieren encontrar la luz y saciar su sed en lugares que no son los más acertados. Pero en lo que toca a la fe parte del problema es nuestro porque a veces no les presentamos modelos adecuados, ejemplos de comunidades vivas. La Iglesia, a la demanda de respuestas de los jóvenes, debe responder con comunidades activas, que encaren los problemas del mundo en que vivimos y que ofrezcan verdadero ejemplo de fe en Cristo. No obstante, yo tengo una certeza que manifiesto con frecuencia cuando se me pregunta sobre esto y es que aunque la Iglesia a veces no acierte a estar cerca de los jóvenes, Dios está siempre con ellos. Un joven no es un cheque en blanco, porque cuando nos acercamos a él Dios ya le ha hablado al corazón.

 P.- Ser cristiano implica una vivencia profunda de la fe en todos los ámbitos de la vida pública y privada. No obstante, ¿tan mal está España como para que desde la Conferencia Episcopal se deba hablar de la unidad de la misma?

 R.- La semana que viene los obispos nos reunimos en Asamblea para tratar la situación del país a todos los niveles desde el punto de vista de la fe, como es una constante en la Iglesia. Debemos definir qué papel tiene que tener la Iglesia en estos momentos en España, pero no es nada diferente a lo que ya se planteó en el Concilio Vaticano II, Iglesia, qué dices de ti y qué rostro quieres ofrecer a los hombres del siglo XXI. En cualquier caso y al respecto de la unidad de España yo tengo una opinión que no es política, sino fundada desde el punto de vista histórico y de la historia, el no perder la identidad de lo que significa España es nuestro patrimonio común. Es la identidad lo que nos evitará caer en esquizofrenias y divisiones que ya se están rozando. Pero unidad no significa uniformidad, yo hablo de la unidad dentro de una sana pluralidad que respete las diferencias pero sintiendo esa unidad en un proyecto común que se basa en los valores de la Constitución del 78, tolerancia, libertad, solidaridad y búsqueda del progreso común.

 P.- Valencia espera a Benedicto XVI para hablar de la familia. En esta legislatura, España ha visto cómo se ampliaban los derechos fundamentales de los homosexuales y se modificaba el concepto tradicional que de tal institución se tenía. Supongo que usted no compartirá tales cambios en la legislación y en la sociedad española.

 R.- Lo primero que hay que decir es que la Iglesia en esto no impone, pero sí propone según el proyecto que nosotros hemos recibido de Dios, es decir, no nos hemos inventado nuestra postura de la noche a la mañana. La familia es una comunidad de vida y amor fecunda y requiere el compromiso de un hombre y de una mujer que sean capaces de acoger la vida que puede darse en ella. No consideramos familia nada que no sea esto. Nosotros hacemos de conciencia crítica porque creemos que otro tipo de uniones no contribuyen a un tejido social fuerte y sano. Lógicamente respetamos las opciones personales de cada uno, pero no por ello callamos nuestra postura. La experiencia de siglos ha hecho ver que la familia es el corazón de la sociedad.

 P.- Volviendo a usted y observando su trayectoria, se ve fácilmente que el estudio y la dedicación a Dios consumen su tiempo. ¿Es dura la elección personal que lo vincula a la Iglesia?

 R.- Siempre digo que no es más duro ser Obispo Auxiliar que padre de familia si se piensa en las responsabilidades que hay que asumir. Humanamente, cuando uno recibe el encargo de ser obispo piensa, en un primer momento, que no va a ser capaz. Pero al momento se siente una voz dentro de uno y un sentimiento que te da fuerzas, porque si Dios ha decido llevarte por un camino, también te va a dar fuerzas para ello. Esto pasa en todo ámbito de la vida, una pareja que vaya a casarse y formar una familia, si piensa en la responsabilidad que va a asumir, probablemente no se vea capaz. Hay que encontrar el sitio en la vida, la vocación de cada uno, y si es con Dios no nos faltará fuerza. Yo estoy mentalizado de que no sólo mi tiempo, sino mi vida entera está destinada al servicio a los demás y a Dios. Paul Claudel decía que tener la Verdad es empezar a sufrir y defender la Verdad es empezar a morir.

 P.- Lleva un año en Asturias, como comentábamos al principio, ¿proyecta quedarse mucho tiempo en la región o la llamada de Dios lo sitúa en otro lugar en un tiempo breve?

 R.- El permanecer en un lugar no depende jamás de uno. Yo no imaginé que iba a venir a Asturias, puedes recibir la llamada en cualquier momento, porque un obispo no firma un contrato por determinados años. No es como un párroco al que se puede asignar a un lugar por un determinado tiempo. Lo propio de un obispo auxiliar es andar con la maleta siempre preparada y ligero de equipaje, hasta que se le asigne a una diócesis determinada.

 P.- Yendo a lo personal, ¿le gusta a usted el fútbol o su tiempo libre, en estos días de Mundial, lo dedica a otros menesteres?

 R.- El fútbol me gusta, que conste. Pero el tiempo libre lo dedico a oxigenarme en lo físico y en lo espiritual. Ahora no puedo practicar ningún deporte, cosa que sí he hecho antes, pero me gusta mucho pasear. Por supuesto, rezar, que es el oxígeno para el espíritu. Escuchar música y leer, así como hablar con gente de cosas que no sólo tengan que ver con lo eclesial, y escribir son cosas que me relajan mucho.

 P.- Para concluir, ¿qué le gustaría decir a los lectores, creyentes o no, de El Tapín?

 R.- Les diría que siempre busquen, en este momento social de crispación y de falta de alegría palpables, lo que nos une y no lo que nos separa. Y que como asturianos crean en el futuro de esta tierra y de este pueblo, a pesar de los agoreros que hablan de depresión social y económica. Que quienes deban hacerlo pongan todos los medios para que los jóvenes asturianos puedan tener un futuro aquí y para que Asturias no pierda su identidad y su misión, no sólo par ella, sino con una proyección nacional y casi me atrevería a decir mundial. Pido solidaridad, confianza y creatividad.  

 

 

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